No saber la libertad de existir entre una memoria fugaz y un animal que intenta contener su risa indefensa.
No hay nada más triste que escuchar cómo mi voz se pierde entre pasos distantes que no saben verme.
Cuando ya no quede nadie
los espejos se hayan fugado con las crisálidas de las mariposas
y la extraña mirada que se aproxima intente evadir mi risa,
cuando esa canción cese,
adormeciendo mis muñecas de trapo
esa noche, tal vez
deje mis vestidos sobre una alfombra putrefacta
exclamando la pureza de aquélla piel que ya no es
de las manos que quisieron cortar mis órganos
juntando mi sangre a gotas
para olvidar-se
de eso que no fue...